La mayoría de las personas que han estado tratando de adelgazar en algún momento de su vida y se someten a una dieta tras otra, fracasan, tienen un área en el cerebro (la que controla el hambre) similar a un niño rebelde: cuando se les prohíbe comer cierto tipo de alimento, ese niño se querrá rebelar y les pedirá que le den justamente aquello que se ha prohibido. Así que ese ‘niño rebelde’ les mandará señales desde su cerebro para que le den de comer al cuerpo, aquello, que si fuera por voluntad, no comerían.Los mas entretenidos juegos estan en Juegos de Disney
Todas las veces que se imponen privaciones mediante una dieta, provocan que el “niño rebelde” se resista contra esas privaciones y los induzca a cometer excesos, es por eso que les cuesta tanto trabajo cumplir con la meta de adelgazar.
Hay personas tan acostumbradas a las dietas que llegan a pensar que ellas son su única esperanza para lograr su sueño de perder peso. Pero ahora verá que no es así y se lo explicaré.
Mire el ejemplo que le refiero a continuación. Cuando nosotros decidimos iniciar una nueva dieta, hacemos una lista mental o escrita de las cosas que nos prohibiremos a nosotros mismos comer.
Decimos, desde mañana voy a iniciar una nueva dieta y nada de pan, postres, dulces, galletitas, gaseosas, chocolate y un montón de cosas más que colocamos en la lista de “alimentos prohibidos”.
¿No le sucede que luego de soportar dos días o una semana a dieta y sin comer ese tipo de alimentos “prohibidos” más los desea?Sin duda disfrutaras de los mas fabulosos Juegos de Motos
La parte rebelde de su cerebro le empieza a pedir justo eso que le prometió no comer más. Lo empieza a desear y ese deseo se va incrementando más, conforme transcurre el tiempo.
Ahora sus pensamientos sólo se centran en ese postre que se supone no debe comer y se encuentra en una ardua lucha entre tus deseos del “postre prohibido” y su llamada “fuerza de voluntad” para seguir con la dieta que se propuso.
De pronto llega un momento, en que ya no lo soporta más, su fuerza de voluntad llegó a su límite y se quebranta e irremediablemente se dirige hacia la heladera y sucumbe ante aquel postre delicioso que está ante sus ojos. Lo devora y en menos de lo que se lo describo ya acabó con él.
¿Y qué sucede ahora? Le invade de pronto un terrible sentimiento de culpa al saber que fracasó ¿Cómo pude haber cedido ante la tentación? ¿Por qué rompí la dieta si iba tan bien? Se recrimina a sí mismo.
Como siente que falló dice bueno ¿qué más da? y aprovecha su derrota para comer cuanto alimento le guste o tenga frente a sus ojos en la alacena o en la heladera.
Llega la hora de dormir y se va a la cama sintiendo una gran pesadez en el estómago por todo lo que ha comido y lo peor de todo es que su moral está desmoronada, se siente mal por todo lo que comió.
Tal vez se promete a sí mismo que mañana volverá a iniciar la dieta y que esta vez no fallará, pero lo triste es que la historia se vuelve a repetir.
Quiero pedirle que se ponga a pensar en esas ocasiones en las que ha estado haciendo alguna dieta y que se responda sinceramente las siguientes preguntas:
—) ¿Por cuánto tiempo pudo llevar a cabo la dieta antes de romperla debido al hambre que le causaba?
—) ¿Cuántos fueron los kilos que pudo perder con esa dieta?
—) ¿Cuánto tiempo tardó en recuperar esos kilos perdidos?
—) ¿El someterte a esa dieta y después romperla qué tipo de sentimiento le dejó: ¿satisfacción? ¿frustración?. Seguramente la experiencia que ha vivido con las dietas no ha sido muy alentadora ¿o me equivoco? Pero déjeme decirle que eso no ha sido culpa suya ni mucho menos falta de fuerza de voluntad.
A continuación le explicaré por qué las dietas para adelgazar no son efectivas en más del 90% de los casos:
Las dietas para adelgazar disminuyen el metabolismo y por tanto le hacen almacenar más grasas.
Una dieta prolongada y rigurosa o también el someterse a varias dietas sucesivas hacen que el metabolismo se haga más lento. Esto se debe a que cuando nosotros restringimos la cantidad de alimento que le damos a nuestro organismo por un período prolongado, éste no sabe que lo único que queremos es perder un poco de peso y más bien “piensa” que lo queremos matar de hambre y entonces se defiende almacenando más reservas de grasa o energía para sobrevivir a ese lapso de escasez de alimento y para lograr acumular esa grasa o energía disminuye el metabolismo, es decir, la rapidez con la que nuestro cuerpo asimila o quema las calorías.
Así que el hacer una dieta tras otra, va provocando que su metabolismo se haga cada vez más lento y eso es justamente lo que la gente que quiere adelgazar no desea en absoluto, sino al contrario, quieren tener un metabolismo que queme las calorías rápidamente.
Otro de los efectos negativos de las dietas podría ser el sufrir una descompensación debido a la falta de nutrientes necesarios en nuestro cuerpo; esto provoca que nos sintamos desganados, sin energía, también puede causar dolores de cabeza debido a la baja del azúcar e incluso mal humor como consecuencia de todo lo anterior. Puede también suceder que nuestras defensas del sistema inmune se debiliten y seamos más propensos a las enfermedades.
Si investiga sobre estadísticas relativas a la efectividad de las dietas, se va a dar cuenta de que éstas fracasan en más del 90% de los casos. Lo contradictorio es que a pesar de ello la gente siga recomendándolas y tratando de apegarse a una dieta para adelgazar. Y en aquellos pocos casos en que las dietas llegan a funcionar, sólo es por poco tiempo porque la mayoría de las veces la gente vuelve a recuperar el peso perdido y aún unos kilos de más, a lo que le llamamos el famoso “rebote”.
Sin embargo, es posible perder todo el peso que tiene sobre su peso ideal sin tener que seguir una dieta, sin sufrir ni pasar hambre mientras siga perdiendo kilos mes tras mes y no recuperarlos, en tanto se permita a sí mismo entre otras cosas, que su mente vaya asociada a ese cuerpo que adelgaza. Esto se logra si durante el proceso de adelgazamiento deja aflorar y fluir los sentimientos y emociones que vayan surgiendo, para ir logrando un mayor autoconocimiento y aceptación de sí mismo.